miércoles, 4 de junio de 2008

RETALES DE VIGO


-Buenas tardes señora o señorita ¿Vd. sería tan amable de darme una ayuda?

Caminaba cojeando ligeramente del pie izquierdo, vestido con matices que lo camuflaban entre el ambiente de la ciudad. Era ya viejo, calculo que tendría alrededor de unos 60 años, su cuerpo se distinguía consumido bajo la camisa. Su tez morena, soportaba unas gafas doradas bajo el bochorno de la tarde.

- Que voz más dulce –pensé- que ojos tan llenos de bondad

Asidas en su mano izquierda llevaba postales de Vigo, que a mí me juicio estaban algo anticuadas, y las vendía de terraza en terraza solicitando una ayuda, se paraba de vez en cuando para sonreír a los niños que jugaban a espantar palomas. Pasa por mi cabeza la idea de volver a reclamar su atención y comprarle una postal, pero en lugar de eso le dejo seguir su camino y continúo sentada al sol de media tarde consumiendo las horas que me quedan con el corazón suavizado y la idea de que es viable que aún existan algunos hombres buenos.

(no le contaré a nadie, que una hora después lo vi hablando solo en la plaza)

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Cuando recojo mis cosas para marcharme, cruza por mi lado un individuo de pantalón tostado con la camisa de fuera, camina sin mirar y flexiona la cabeza hacia la izquierda para prender un cigarrillo. En ese momento tropieza con un perro callejero (al que yo alimenté hace un instante con un trocito de pan) y acto seguido masculla “Chucho de los cojones…”

En ese momento, olvido al viejo de mirada generosa, y me pregunto quien es el chucho, si un hombre, en su condición de hombre, con toda la racionalidad que se le supone cayendo sobre su espalda no conoce lo que es el respeto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Guau (o sea, qué bella relfexión). Nada más que decir, bueno sí: otro ¡guau!

juan dijo...

hay mucha condiciones dentro de cada uno.... nacemos siendo humanos para ser humanos y nos enseñan y aprendemos a ser personas.... que injusto.